Ana y Pablo |
Crónica del
momento en el que el Emilu se trasformó en el mejor y mas
exclusivo buque-escuela del Cantábrico sin que nadie se diera cuenta en el club náutico.
El Atila |
Me acuerdo
del primer dia. Era martes, recién terminado el confinamiento. Todavía
no habían empezado las regatas y estábamos en una especie de tierra de
nadie sin saber muy bien qué convenía y
qué estaba prohibido hacer. La víspera, Pepelu, habitual cronista del blog, me
llamó para dar una vuelta en el barco.
Cuando solo salía para ir de casa
al trabajo y viceversa, hiciese el tiempo que hiciese, con sol o con
viento había imaginado volver a surcar
el mar con esa ausencia de ruido que tenía el Emilu…¡bueno!.....- ausencia de
ruido quizás es mucho decir. El barco, para quien no tenga la suerte de
conocerlo, esta lleno de pequeños ruidos, golpeteos metálicos, olas,
chapoteos,…agua o viento contra la quilla,
las velas, las cuerdas (-¡Perdón! los cabos).
Saly |
Así que después de más de 2 meses esperando poder estar allí, la llamada de Pepelu me hizo saltar y sin dudarlo acudir. Volver al velero era un regalo y en mi recuerdo ese día no
hacia sol pero tampoco estaba nublado sino que había esa luz turbia de algunas tardes en el Cantábrico,.... con
nubes y claros ¡cómo no!
Sorprendentemente estábamos pocos, solo Pablo
y yo… y Pepelu. Era una combinación extraña, el cronista y habitual “mentor” y
dos novatos. Quizá por eso fue que Pepelu hizo un despliegue de buen hacer
docente y nos llevó entre una y otra boya intentando que al final lográsemos el
casi milagroso prodigio de pasar junto a ellas sin tocarlas.
Recuerdo la sensación de llevar el timón en un
momento que el viento subió a 12 nudos y el barco escoró (creo que hacia
babor) y pensé que si existía la felicidad se tenía que parecer mucho a lo que
yo sentía en ese momento.
Pablo |
Ahora ya hay regatas y sé que pronto tendrá
que cerrar esta faceta de barco escuela exclusivo que sorprendentemente ha
tenido el Emilu estas semanas pero esta ausencia de competiciones hasta hace
una semana me deja unas imágenes
inesperadas….
Pablo y yo tirándonos al mar mientras Pepelu
nos cuidaba desde el barco. No vi el momento en que me alejé, bastante imprudentemente, y ellos maniobraron para
evitar que tuviera problemas con un pesquero que se acercaba.
La entrada en el puerto de
Santurce, para mi la primera vez desde el mar,
con aquel mastodonte a la derecha, una gabarra abandonada al frente y
nosotros, los nuevos, dirigiendo el
velero…. y la sensación de que todo aquél que nos viera entrar así nos
envidiaría profundamente.
No nos dimos cuenta del tiempo
hasta las 9 de la noche y tuvimos que volver apresuradamente al puerto y
mientras regresaba pensé que se habían
conjurado los astros para darme el maestro, el barco, el atardecer y el mar
casi casi perfectos.
Ayer repetí con más compañeros... me
quedo con el Atila entrando en el Abra a vela, un baño estupendo y la, para
mi, asombrosa hazaña de rozar la boya sin tocarla mientras el viento sube de 10
nudos.
A todos los que acompañasteis mi práctica,
Lucio, Eduardo, Pepelu, Saly, Elena y Pablo gracias y hasta la vista.
Cronista: Ana
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