¡En la 214 no hay nadie!

¡No está en el pasillo! ¡Ni en la terraza! Me froto los ojos. Vuelvo a mirar. En la 214 la cama está hecha y no hay nadie. Salgo. Espero. Pasa un celador. Me mira. Le miro. Me pregunta y le pregunto por la habitación de Juan Carlos. Se sonríe, ¡no!, ¡se echa a reir!. Me dice que sí, que es la 214, pero que Txantxar puede estar en cualquier sitio del hospital, paseando, en una terraza, en la cafetería... Así que salgo a buscarlo, casi me lo imagino corriendo por el hospital (¡lo que hace el deseo de verle bien!).

Gorka, Txantxar y Alfonso

Paso de nuevo por las terrazas, bajo, salgo al paseo junto a la playa, doy la vuelta. Otra vez al paseo, sigo en dirección opuesta. ¿Será posible que haya ido tan lejos? Y ya cuando estaba a punto de regresar me parece verle en la parte de atrás, sentado al sol, hablando con alguien. Me acerco y efectivamente era él, y estaba con Gorka y Adolfo Alfonso, claro, había ido en la silla de ruedas, "bajonazo", repito, ¡lo que hace el deseo de verle bien!. Pero nada más sentarme, me sorprende lo bien que está hablando, "subidón".

Sale el arco iris. Me pregunta por la regata. Le cuento lo que hicimos y al poco caen unas gotas y nos vamos a la cafetería. Allí nos cuenta que cuando se recupere tendrá que volver a aprenderlo todo y le explicamos que no, que una vez se recupere volverá a esquiar, a andar en bici, a navegar...

Dice que ahora está leyendo un cuento que le ha dejado la hija de Adolfo Alfonso. Está alegre y con ganas de hablar pero yo me tengo que marchar. Adolfo Alfonso y Gorka le llevan de vuelta a la habitación y sacamos una foto para el blog.