La salida se da puntual a las 12:00. La bordamos, saliendo amurados a estribor a barlovento de toda la flota. Una virada y rumbo a San Ignacio. Pasado el faro arrecia el viento y comienza a llover. Damos un bordo muy largo hacia Galea, y para no meternos en el campo de regatas de los vela ligera, viramos antes de lo previsto. El viento cae y la ola sube; según el GPS la distancia a la boya disminuye pero el tiempo para llegar a ella aumenta; por lo menos ha dejado de llover. El comité anuncia que la hora límite de llegada se atrasa a las 16:00. A pesar de todo, no está claro que podemos acabar en tiempo. Aprovechamos la calma para comer algo y hacer alguna foto.
El patrón se lleva las manos a la cabeza |
Cuando tenemos la boya a un cuarto de milla entra un chubasco y de golpe pasamos de 7 nudos a más de 20 (siempre de aparente), con una ola cada vez más alta. Esto aclara una de las dudas del día: no izaremos spi.
Tomamos la boya, trasluchamos y ponemos rumbo al abra. La ola hace muy difícil la labor del patrón, y llegamos a picos de 10 nudos de velocidad, manteniéndonos constantemente por encima de 7. Una vez pasada la boya del cajón el rumbo es de popa cerrada, y ponemos orejas. Ahora lo complicado es esquivar a los optimis que vuelven del campo de regatas. Es un espectáculo ver a esos chavales en esas embarcaciones como cajas de cerillas con ese viento y esa ola; de hecho, nos cuesta adelantarles. Y desde allí hasta la línea de llegada.
Bonita regata! (Y bonita crónica)
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