02/05/2009

ARBAITZARTE BEASKOA

El hombre está hecho para vivir en unidad con la naturaleza. Y la mujer también. Hoy la tripulación del EMILU se ha adaptado perfectamente al ecosistema montañoso de este hermoso caserío rehabilitado al que nos ha invitado Txantxar. Este lugar mágico, ubicado en Arbaitza, enclave cercano al Parque Natural de Gorbea, entre Orozko y Barambio, es fuga y conexión a la vez. Fuga del ruido, la prisa y la alienación. Conexión con el silencio, la naturaleza y la inspiración. Conexión y encuentro con los otros.
Julián, siempre contramaestre, ha dirigido desde el piano del buen llantar los primeros compases por la mañana. La compra puntual, comedida y matemática en dosis y matices. Ha guiado la ubicación de los ingredientes, siempre con Txantxar a la proa del caserío, dirigido la orquestación de las maceraciones y aliños. La preparación de las brasas, los chorizos o las patatas asadas han justificado la intervención de Javier el fogonero. Las mujeres soberbias en el detalle, la fragmentación, que no rotura, de las lechugas o las fresas, la conversación siempre presente, hilvanando el suelo tupido de la era bien segada. Por Txantar, supongo.Rociones en la ceñida con caldos blancos traídos por vientos del oeste (Albariño). Entramos en los chorizos, el queso y los espárragos, aunque sean de rumbos Chinos. La navegación de popa se calienta con vientos tintos del sur (Ribera de Duero) y del este (Navarra). La cosa se pone seria y hay que sacar "spi". Embolsamos las chuletas, primero de ministro, después de cordero... de dios y romero. La cosa está que arde, con las patatas asadas, pimiento y sal. Más vino. Ensaladas para refrescar. Hasta acabar con todo, que en el EMILU no se andan con remilgos. Fresas, nata, cafés, licores, torta de San Blas,... todo cae bien a esta tripulación de valientes, que no se arredran en ninguna mesa, tenga los nudos que tenga.
Es el resultado en el lienzo de la buena mesa, el escenario inimitable de la naturaleza, los que dan pie a una conversación fluida y animada. Es lo que un grumete puede relatar por propia experiencia. Aunque después tengan que llegar momentos de diáspora. Sobre siestas y digestiones no hay nada escrito.
Unos desaparecen, para reaparecer transmutados en el suelo de una ducha al aire libre, mecerse en amacas dispersas por la sobremesa soleada. Otros simplemente hablan, como si ese ejercicio constante relajara y fuera el mejor digestivo. Es tras ese desconcierto cuando se impone el paseo, hacia arriba o hacia abajo, para reconocer el terreno, sus árboles, los animales circundantes, los pianos rojos que pueden aparecer en cualquier punto del horizonte. El río, rumor inalterado, frescor adivinado. El río de la vida, cinco arroyos entrelazados: sentimientos, percepciones, pensamientos, el cuerpo sentido. Pero ¿y el quinto? El río de la consciencia, testigo de todo, observador mudo y vacío. ¿Hacia dónde vamos? Hacia el mar
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3 comentarios:

  1. Me descubro la cabeza ante los dos gurús que tenemos en el barco: uno de la literatura y el otro de la fotografía.

    ¡Geniales de verdad!

    Pepelu

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  2. Anónimo14:14

    !! Si tenemos un poeta en la tripulacion !!
    marije.

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  3. Santos16:11

    Impresionado por el sitio y la crónica.
    Ya explicaréis lo de los "pianos rojos" que se ven por ahí.

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